mar 23, 2016 - Sin categoría    No hay comentarios

De Viaje por la Bella Cracovia I (La andanza)

En un reciente viaje, a comienzos de agosto, un grupo de amigos elegimos como escapada vacacional la ciudad de Cracovia. Es de ley reconocer que de primeras poco conocíamos de esta población polaca, pero, con cierta antelación y ante la ansiedad del viaje, comenzamos a informarnos sobre qué ver, qué hacer y qué comer, fundamentalmente, descubriendo que las expectativas eran inmejorables, como luego se demostró.

Llegados al lugar, aposentados en el vetusto y muy céntrico hotel Saski, nos echamos a la calle ávidos de empezar nuestra visita. La primera y grata sorpresa fue comprobar que estábamos justo al lado de la Plaza Mayor, sin duda alguna, una de las perlas de la ciudad, de dimensiones más que considerables, considerada entre las plazas más grandes de Europa, donde se concentra la mayor parte del ambiente de la ciudad. Rodeada de bellos edificios de época, restaurantes con sus terrazas, tiendas e iglesias, en el centro se sitúa la Lonja de los Paños, construcción renacentista dedicada, con multitud de puestos en su interior, a la venta de joyas (elaboradas con el preciado ámbar del Báltico), recuerdos y artesanía. No dejemos de lado, en una de las esquinas de la plaza, o sea, que no se nos olvide verla, la muy hermosa Iglesia gótica de Nuestra Señora, resaltando por su policromía y  preciosas vidrieras. A partir de ese momento, una vez orientados, nos lanzamos a callejear por el casco viejo, en el marco de una ciudad medieval irrepetible, intercalando las visitas con cerveza polaca, de gran calidad y servida en copas de tamaña dimensión para nuestro regocijo. La idea tras ese repentino semblante de la ciudad fue contratar un vehículo eléctrico de los muchos que hay para el recorrido turístico y así tomar dimensión de lo que debíamos visitar. Así conocimos en una vista rápida, para repetir después a lo largo de los días de duración del viaje, y ya con la parsimonia que se requiere, alguno de los trozos de la muralla, y la Puerta de Florián; la Barbacana; la colina de Wavel –verdadera ciudadela donde se instala el Castillo, acompañado de edificios de todo estilo, y lugar en el cual se coronaba a todos los reyes polacos; y también la majestuosa catedral- emplazamiento privilegiado con una vista genial a toda la ciudad y especialmente al río Vístula; la fábrica de Schindler (recordemos la famosa película de Steven Spielberg La Lista de Schindler) y su detallado museo sobre el holocausto y la segunda guerra mundial; el barrio de Kazimierz, o barrio judío, con sus sinagogas y cementerio, que, aparte de ser considerado como otro atractivo cultural de la ciudad, es una de las zonas de ocio más frecuentadas por la cantidad de restaurantes y bares que por allí abundan, siendo su principal referente la plaza nueva o plaza de los judíos, con su mercadillo de antigüedades, y un curioso edificio de ladrillo en el centro que según parece fue en su día un mercado de carne o carnicería, ocupado hoy por locales de comida rápida. La verdad es que la ciudad tiene mucho que ver y que hacer, y después de la primera impresión, abundamos en todos los lugares señalados; pero no pudimos irnos sin dejar de visitar en las cercanías la que es a mi juicio la visita estrella por lo curioso, distinto y especial. Me estoy refiriendo a la mina de sal de Wieliczka. No es de extrañar que aparezca en la lista de monumentos patrimonio de la humanidad. De sus galerías se extraía desde la edad media la preciada sal, y el recorrido impresiona no sólo por el descenso al subsuelo, sino por la sucesión de lagunas, bóvedas, capillas, esculturas, etc. que nos vamos encontrando. Imprescindible. Y antes de pasar a hablar de las cosas del estómago, no puedo dejar de referirme a otra de las visitas que pueden hacerse en estos alrededores de Cracovia, y esta visita, de infausto recuerdo por los allí caidos, no es otra que la del campo de concentración de Auschwitz-Birkenau. Todos conocemos la desgraciada historia del exterminio de los judios y miembros de otras razas y creencias por parte de los nazis en el segundo conflicto mundial del pasado siglo. Mi particular impresión es que visitar este sitio consiste en una lección de historia, por las terribles consecuencias que tuvo y un pequeño homenaje a las víctimas. En definitiva, Cracovia es un destino fantástico que no debemos dejar de visitar, muy, muy recomendable.

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Autor: Joaquin Martinez Alberca

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