mar 31, 2016 - Sin categoría    No hay comentarios

De Viaje por la Bella Cracovia II (La panza)

Querido Joaquín, no sé por dónde empezar a contar nuestras experiencias con “las cosas del comer” en nuestra entrañable escapada cracoviana, pues, prácticamente, lo probamos todo, no nos faltó ni un solo detalle gastronómico local por conocer.
En fin, pocas son las palabras que tengo para lisonjear con el fervor que merece toda la excelente y variada cocina que nos encontramos en las típicas tabernas, en los restaurantes judíos del barrio de Kazimierz, en los bares comunistas -bares de leche-, incluso en los populares puestos callejeros.

Y, por supuesto, digno de destacar es el fabuloso homenaje gastronómico que nos regalamos en el restaurante Ogniem i Mieczem, especialistas en comida polaca del siglo XVII y considerado uno de los mejores del lugar. El aspecto exterior es de un edificio del siglo XIX, se asemeja a una granja tal vez, pero interiormente está completamente forrado de madera, que recuerda a los clásicos pabellones de caza o la típica casa del lago de canadiense. Y no podían dejar de sorprendernos las magníficas delicias gentilmente servidas por la camarera de nuestra mesa, ataviada con el traje tradicional polaco, consistentes en una selección de platos de degustación, desde vegetarianos hasta pescados, pasando por las costillas, bistecs o pollo con miel y hierbas.
Como somos unos viajeros incansables, muy activos y nos gusta terminar las jornadas turístico-culturales con una buena mesa, como no podía ser de otra manera, uno de los restaurantes que elegimos a tal efecto fue el Starka; en su fachada reza: “restaurant & vodkas”, eso lo dice todo, ¡¡¡magistral!!!, para levantarse y aplaudir.
En este magnífico país el Vodka se bebe solo, en combinados o como acompañamiento para comer arenques o pepinillos fermentados. Entre los vodkas más populares está el Zubrówska, el de la etiqueta con el bisonte, con su característica brizna de hierba en el interior de la botella que le confiere su característico sabor y color verdoso.
Los “bares de leche” (Bary Mleczny) son restaurantes heredados de la época comunista que estaban subvencionados por el Estado para poder ofrecer precios asequibles a los trabajadores. El término “leche” se refiere a que las comidas allí servidas se basaban en productos lácteos como ingrediente fundamental. Son locales con mínimas comodidades y decoración muy básica, pero muy baratos. Entretenido fue el trayecto para llegar al barrio comunista de Nowa Huta, a 15 kms al este del centro, un complejo residencial levantado en torno a la acería Lenin, diseñado bajo la idea inicial de “paraíso del trabajador”; mereció la pena parar a refrescar los gaznates en el café-restaurante Stylowa, en la mismísima Plaza Central del barrio, elegido por el mismísimo Stalin para degustar, al igual que nosotros, la popularísima e impronunciable cerveza Zywiec.
Los restaurantes de comida rápida tradicional polaca, y no me refiero a las grandes franquicias internacionales de fast-food, los encontramos en puestos a pié de calle donde se come, de pié, sentados en un bordillo o apoyados en un banco público, la típica comida barata a base de rosquillas o paninis calientes rellenos de queso fundido con otros ingredientes. Inolvidable experiencia que vivimos en la mencionada Plac Nowy en Kazimierz.
Y para finalizar el gastro-relato, no puedo dejar de mencionar el nexo común de todos ellos: el Pierogi, probablemente el plato más popular y más conocido de la gastronomía polaca; es un tipo de pasta con forma de empanadilla que se puede rellenar casi con cualquier cosa: queso, patata, col fermentada, carne, huevo e incluso fruta; se suele acompañar con alguna salsa y en su aspecto se asemejan a los raviolis italianos.
No obstante todo lo anterior, digna de mención es la vida nocturno-cultural de la ciudad vieja, donde numerosos clubs se llenan de música en vivo, con excelentes sesiones de Jazz, ofreciendo a los noctámbulos esa fracción de ocio que no te debe de faltar en toda escapada con tus “álter ego”.
Un fuerte abrazo.

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Autor: Carlos Burgos Pulido

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