Peregrinos en Santiago de Compostela

Tanto para el que alguna vez ha disfrutado de recorrer como peregrino el itinerario del Camino de Santiago, alcanzando su meta, descendiendo en su último tramo desde el monte del Gozo, como para el que acude a esta ciudad a conocer sus maravillas, llegar a la Plaza del Obradoiro y detenernos a contemplar la fachada de la Catedral y su entorno, resulta sobrecogedor.Sin duda alguna es el centro neurálgico de una ciudad declarada patrimonio de la humanidad por méritos propios. El ágora se encuadra en el esplendor barroco de la citada fachada donde impresiona su detalle y verticalidad, acompañada por el Hostal de los Reyes Católicos, el Palacio de Raxoi, donde se ubica el Ayuntamiento compostelano, y por último el colegio de San Jerónimo, actual sede del Rectorado de la Universidad. La visita a la Catedral resulta imprescindible: el pórtico de la gloria, obra del Maestro Mateo, es la cumbre de la escultura del románico en España, y un paseo por las naves hasta culminar con el obligado abrazo al apóstol nos envuelven en un marco dedicado a la devoción cristiana que nos termina de sorprender si tenemos la fortuna de contemplar cómo el botafumeiro se eleva y desciende impregnando de incienso todo el templo. Circundando la catedral, se encuentran espacios que no desmerecen el conjunto artístico, empezando por la Plaza de las Platerías, la Casa del Deán, la Plaza de las Azabacherías, y la Plaza de Quintana. Muy cerca se encuentra también el Monasterio de San Martín Pinario, seminario mayor, donde destaca el retablo del altar y la espléndida sillería del coro. Igualmente hay multitud de iglesias de las que podríamos destacar la de Santa María del Camino, y la de San Fiz de Solovio. No podemos dejar de hacer mención a la tradición universitaria de Compostela, que es de todos conocida, no sólo su prestigiosa Universidad, sino también por su ambiente estudiantil. Es curiosa la visita a la Casa de la Troya (actualmente museo de la Tuna), recreación física de la residencia de estudiantes de la famosa novela de Alejandro Pérez Lugín; e igualmente deberemos visitar el Colegio de Fonseca y, por su cercanía, lanzarnos a hacer otro tipo de peregrinaje, esta vez de vinos, en la Rua do Franco, y llegar a completar  el famoso “Paris-Dakar” de los estudiantes compostelanos. Pero sin llegar a desmerecer de ningún modo este impresionante conjunto histórico y cultural, sino en completa armonía con él, la ciudad tiene una atmósfera que sugiere el paseo cadencioso, la búsqueda del rincón más escondido, a guarnecerse de la lluvia en los numerosos soportales del casco antigüo, con ese clima tan húmedo y característico de Galicia. La vieja y sabia piedra de la cual está hecha nos enseña y abraza para siempre acogernos en su regazo.

Y para hablar de pitanza en Santiago hay que perderse por esas callejuelas y buscar el lugar que nos preste a tomarnos un vino, eligiendo entre esos vinazos de ribeiro, albariño o godello y dar gracias al cielo por estar vivos para disfrutar de la experiencia. Salir de tascas es una religión en Santiago, y a fe mía que no hay pocas en la ciudad, pero no voy a dejar de decir cuáles son mis preferidas, y casualmente unas cuantas de ellas están en la Rua Raiña, en pleno corazón del Santiago más tradicional, y son O Gato Negro, Orella y María Castaña. En O Gato Negro es el local al que nunca dejo de acudir  cuando voy por esos lares, a probar la empanada del día y beber vino de la tierra en taza. El Orella, está, como su nombre indica, especializado en la oreja de cerdo. Y en el María Castaña te puedes comer un buen pulpo a feira, unos berberechos, o unas vieiras, por ejemplo. Otras capillas imprescindibles son el Trafalgar (Travesa do Franco, 1), especializado en mejillones picantes (tigres); el Sobrinos del Padre, La Casa del Buen Pulpo (Rua da Fonte de San Miguel, 6), sin palabras; La Tita (Rua Nova, 46), para los amantes de la tortilla de patatas; A Gamela (Rua da Oliveira, 5), lugar para degustar setas y revueltos; La Taberna do Bispo, (Rua do Franco, 37), con una barra de pinchos y mariscos; Casa Pepe (Cantón de San Bieito, 5), buenos vinos, quesos y embutidos. En fín, la lista es interminable, y el capítulo de restaurantes nos llevaría a varios monográficos. Lo que sí que recomiendo encarecidamente es dar una vuelta por el mercado de Abastos, tanto para ver el producto que llena los platos de los compostelanos y disfrutar del ambiente,  como para tomar unos vinos acompañados de las viandas que más se nos antojen, un lugar para disfrutar.

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Autor: Joaquin Martinez Alberca

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