Panza y Asturdanza (Patria Querida)
Visito Asturias desde hace años. Siempre en época de verano y por inercia natural, voy al Oriente de Asturias, a la comarca de Ribadesella. Me tranquiliza sentirme cerca de la mar. Pero es la cercanía a la pared de montañas que como un cabezal de cama, allí se da, y el verde en multiplanos de la zona el que me cautivó, y el que me demando cíclicamente en busca de mil sensaciones que yo allí encuentro, y aquí ya son perdidas.
La tierra fresca, poderosa, rezumante, viva y enérgica; el impecable attrezzo verde que todo lo impregna; las hortensias de poder; el honesto señorío de las casas; la piedra vieja; los olores dulces del verano de pueblo; la tenue luz cuando se desnuda la noche; la profundidad intuida del bosque; la canción para cencerros, gallos y rebuznos que suena en el equipo AV de la ventana; los insectos de campo intenso… un infinito en sí, que me traslada directamente a la madre, a la conexión directa con el suelo que se pisa por el hecho de vivir; al código fuente del software con el que estoy hecho; al deseo renovado de ejercer de regador con el fresco chorro de caudal ancho, en el pulgar dominado, al caer la tarde, que sacie tu sed y mis ganas de vivir.
Sería ridículo pretender hablar de Asturias, por tanto, por lo que dejo claro que hablo de ese pequeño rincón visto desde mis ojos y degustado con el paladar inexperto de mi propio sentido. Mi Asturias. Tengo mi ritual de sitios a visitar, creo que elegidos por ignorancia de otros y por ese maldito error que me reconozco, de tratar de volver al lugar donde has sido feliz. Si te interesan pregúntamelos. De allí, siempre regreso con el propósito emocionado de, cuando pueda, darme un par de meses allí cada año. Y si se cierren o lo acotan, pedir su nacionalidad de pueblo llano.
No hay que hacer nada. Dejarte envolver por sus elfos. Basta con pasear o similar en cualquier formato. Al poco, ya estarás atrapado en el reposo que allí yo siento. Aunque hay cosas a las que procuro no faltar: Fiesta del quesu de Cuerres por la tarde del primer domingo de agosto; La tarde del 16 ir de culines en Llanes en las fiestas de San Roque al son de gaitas después de ver llena la espicha en el recinto de La Bombilla donde por la noche alguna orquesta verbenera te haga oír canciones ya imposibles ; bailarte un pasodoble en el prau de la Velada de la Vega de Portilla o echar el día en el mercau astur de Porrúa a últimos de Agosto.
Comer bien en Asturias es muy fácil. Incluso metido en souvenirs gastronómicos (quesus, fabes, bollos preñaous, sidriñas…) es fácil acertar, porque en todo el norte español es así. Hay mil referencias y probablemente todas más entendidas que esta. Y claro está, tengo mis catedrales del bien comer allí. Seguro que elegidas bajo error parecido, pero de las que me siento tan seguro de acertar, que aquí te las paso, por si por allí te ves:
La Huertona: Camino de La Cuevona, donde dicho sea de paso no debieras faltar a visitar y te sobrecogerás. Es un sitio para cenar. Con vocación clara de triunfar y complejo de “sitio de capital”. Espectaculares las croquetas de manzana. Cualquier carne roja. Te doblegarás a la tarta de quesu desmontada. El emparrado del patio de fuera da juego para unos gintonics de risas tertuliadoras.
La Parrila: “Pescau” tiene pintado en la puerta. Ya sabes de qué va a ir. Yo nunca “he coincidido” pero me cuentan que cuando los Príncipes de Asturias vienen por aquí, que por las raíces de ella no debe ser poco, siempre vienen a La Parrilla donde encontraras una de las mejores planchas a la vista para un pescado bien seleccionado. El acomodo del sitio no refleja la calidad del producto servido desde el imponente chorizo de aperitivo hasta cualquiera de sus “en su punto” que podrás degustar. Y esa distorsión al final provoca aún más placer, pues tiene el gusto añadido de los sitios que parecen no ser, y son. Buenísimos los salmonetes, la merluza y el pixín, rodaballo, el virrey o cualquiera de los magníficos bichos de mar que allí tienen.
Memorable el 15 cumpleaños de Nacho. Recordarle con los ojos cerrados mientras degustaba su primer bogavante a la plancha, combinando la carne envuelta en abundante hueva. Increíble la natural maña que este hijo tiene para mover el vino en su copa antes de olerlo y catarlo. Vaya problema. ¿Volverán los oscuros espaguetis a la boloñesa mi bolsillo a iluminar?
Casa Tista: Bajo el toldo de un par de árboles plátano en verano, a la orilla de la carretera. Pepe el dueño, regenta los fogones más antiguos de la zona. Glorioso el marisco y de nuevo los pescaos de la comarca convertidos de manjar. El servicio cada año más exquisito. La bodega de albariños, impecable, rápido. Nacho de nuevo con los ojos cerrados. El cabrales de postre con una copa de buen tinto, un poema de verano en la mesa del buen rollo. Surge la magia de nuevo. Nos vamos con risas y más anchos que antes.
La Portiella: En la pedanía de Tereñes. Desde el jardín, con mesas de piedra, el mejor merendero con las mejores vistas. Honesto. Ojo ración abundante. De tipo familiar, y siempre con gente. Idóneo para ver atardecer. Al lado, en Casa Antón, cambiaron las vistas por unos fogones de mejor vocación. Muy decente. La tortilla de bacalao deberían esconderla o ponerla para los festivos. La comí 2 días consecutivos. Agradable y con servicio serio de vocación parisina.